ANALISE (título provisional)

CAPÍTULO 4

   Es un mensaje dirigido a ella sólamente, y lo más importante: es alguien muy cercano a ella.


   Analise estaba sentada en un banco del Parque del Norte, el viento soplaba fuerte, y era por eso que el parque estaba completamente desierto. Su pelo rubio se arremolinaba alrededor de su cabeza, como miles de serpientes en el pelo de Medusa.
   
   Unas lágrimas caían de su cara y se dirigían a su boca, su sabor salado la reconfortó un poco. Era el aniversario de su muerte, el siete de noviembre, ya habían pasado seis años pero su memoria los seguía reteniendo como una tortura infernal.

   Era tan duro recordar los buenos momentos, cuando todo había desaparecido y solo había dejado profundos pozos de tristeza. Aunque su vida se había estabilizado un poco: su tía Joana era ahora su tutora legal y vivía en una casa cómoda con sus tres primos, el tiempo no tardó en volver a destrozar el mundo en el que vivía.

   Su tía se acercó por detrás, Analise conocía a la perfección el ruido que sus tacones hacían sobre la arena y el césped.

   - ¿Otra vez pensando en ellos?- preguntó su tía con voz suave. Analise dejó escapar un gemido, y asintió.- Siempre que recuerdas algo vienes a este parque...

   - Es donde me solían llevar cuando solo tenía tres años... todavía me acuerdo...- Analise miró al suelo, vio como las hojas eran arrastradas salvajemente.- Han vuelvo a denegarla... la reabertura del caso, digo... Insisten en que fue un robo, pero no me lo creo...

   Joana se sentó al lado de ella en el banco y la abrazó, Analise sintió la calidez de sus brazos, pero no era bastante para hacer desaparecer las lágrimas.

   - Has crecido tan rápido... solo tienes trece años, y ya has visto lo cruel que puede ser el mundo...- dijo su tía mirándola a la cara.- Me hubiera gustado que hubieras crecido como una niñita... mi sobrinita... Ya no podrás volver a ser esa adorable Analise... Lo siento mucho...

   Analise se levantó con un movimiento rápido y empezó a caminar hacia su reciente hogar. Joana la siguió, y la alcanzó mirando en un escaparate de juguetes.
 
   - Es verdad, ya nunca volveré a ser una niña... no seré tu perfecta sobrinita...- Analise se giró para mirar diectamente a su tía.- Si... si tan solo hubiera... llamado a la policía... ellos podrían... podrían...

   - No- contestó Joana alzando la voz. La gente que estaba junto a ellas las miraron. Ninguna de las dos se dio cuenta.- Escucha bien: "Añorar el pasado es correr tras el viento".- Su cara estaba seria mientras hablaba.- No puedes cambiar el pasado, pero sí puedes cambiar el futuro.

   Analise supo en seguida lo que quería decir. En su mano estaba que sus padres pudieran tener su merecida justicia. El cuartel de la policía iba a sentir sus palabras, y tanto le daba si incluso tenía que quedarse a vivir allí. 

   
   La habitación del motel está exactamente igual que antes. Analise entra y cierra la puerta de golpe. Recibe unos golpes en la pared como respuesta al portazo, pero los ignora. 

   - ¿Dónde las dejé?- se pregunta Analise rebuscando en los cajones.- Sé que tengo una por lo menos... necesito esa maldita carta. ¡Mierda!- se sienta en la cama y apoya la frente en sus manos. En el bolsillo de la sudadera donde guarda el cuchillo lleva el trozo de papel con el mensaje escrito.

   Se levanta, y vuelve a buscar por toda la habitación. No encuentra las cartas que le mandó su tía. Mira por la ventana como instinto, y de repente recuerda el almacén que alquilaron sus primos al desaparecer su madre.
Debe haber algo... Una carta, un bloc de notas... lo que sea.

   
Se toma un tiempo para recordar el camino, y después vuelve a salir de la habitación. Esta vez, tiene cuidado de cerrar la puerta. Baja las escaleras corriendo, mirando en cada tramo cualquier signo de ataque. Mira por la ventana que da a la calle y se asegura de que no hay nadie sospechoso. Sale al exterior, pero no le preocupa la ola de calor, ni el hecho de que llevar la sudadera la hace sudar. 

   Sale corriendo de la calle principal y recorre los callejones en el cotidiano ritual de perder a cualquier persona que la siga. Acto seguido, se dirige con paso decidido al almacén alquilado. Ha sustituido el cuchillo por unas cizallas para romper el candado que la separa de la verdad.

   Continúa evitando las calles concurridas, y al final llega hasta el almacén. Está en un recinto cerrado, aunque no hay nadie traajando y tampoco hay señales de cámaras de vigilancia.

  A plena luz del sol... no puedo creer que esté haciento esto. Analise hace un rodeo por los alrededores, y elige un callejón lejos del ojo ajeno. Asegura la cizalla en el cinturón de los tejanos rotos, y empieza a subir por la verja. Al principio le cuesta impulsarse y aferrarse a los agujeros pequeños, pero logra llegar arriba y salta dentro del recinto.

   Busca desesperadamente el almacén en sus recuerdos mientras recorre las hileras de puertas metálicas. Se detiene junto a uno con la puerta metálica pintada descuidadamente de negro. La pintura es vieja y se desprende de algunos puntos de la puerta. Analise se agacha con las cizallas en la mano y rompe el candado.

   A pesar de que intenta no hacer ruido para no llamar la atención, al abrir la puerta todo cruje como un demonio.
Ya está... es el gran momento... ahora sabré parte de la verdad...

   
Sin rebuscar mucho, encuentra una libreta con la letra de Joana. Saca entonces el trozo de papel, y compara la letra. Primero lo duda mucho, por el hecho de que su tía murió hace nueve años, justo dos años después de la conversación en el Parque del Norte, donde le dijo ese proverbio ruso. Al final, después de observar las dos letras, puede decir que es ella. O por lo menos es su letra.

   
Recuerda la conversación que tuvieron en el parque, solo hay dos sitios posibles. Voy a descubrir la verdad.


   
El Parque del Norte al que tanto le gustaba ir está diferente, ha cambiado mucho. Ya no tiene esos bancos donde solía sentarse Analise, y los árboles han ido muriendo durante los años, y el césped ha desaparecido. Ahora no es ni la sombra de lo que era... me recuerda a mi...

   
Da una vuelta por el parque, buscando cualquer pista, y a la vez recordando aquellos tiempos. Recuerda a su tía, pero nada más. No hay nada útil en ese viejo parque.

   Sólo queda un sitio al que ir, pero Analise no lo encuentra. La tienda de juguetes ha desaparecido, junto con su escaparate. Se pierde entre casa nuevas, y tiene que preguntar a la gente donde está la tienda de juguetes para averiguar que se ha equivocado de calle, y que ahora está convertida en una taberna irlandesa llamada Irish Pub.

   
No es casualidad. He estado en la tienda de juguetes y no me he dado cuenta. Analise sospecha de una trampa de ellos, pero sus ganas de descubrir la verdad superan a los gritos desesperados de su instinto. Se dirige a la calle que ha recorrido tantas veces, de niña y adulta.



   El Irish Pub sigue abierto, a pesar de que las agujas del reloj de Analise marcan las tres de la tarde y el horario de la taberna señala la hora de cierre a las dos de la tarde. Repite el ritual, y se asegura de que no corre peligro.

   Entra en la taberna, no hay nadie salvo el mismo camarero limpiando las mesas, que se gira cuando entra y la saluda. Analise le devuelve el saludo, pero se queda petrificada. No sebe qué hacer.
¿Pregunto por Joana al camarero? ¿Sabe él algo? ¿Es una trampa? Muchas preguntas se forman en la mente de Analise. Espera unos minutos, pero no pasa nada.

   Se gira hacia la puerta para salir, y empieza a caminar decepcionada, cuando se detiene de repente. En el cristal de la puerta se dibuja una figura detrás de ella. Al principio cree que es el camarero, pero se da cuenta de que la sombra es femenina.

   Su tía no murió, está viva.








  
      
Este sitio web fue creado de forma gratuita con PaginaWebGratis.es. ¿Quieres también tu sitio web propio?
Registrarse gratis